lunes, 8 de junio de 2020

El Rey de los piojos


Era sueco, noruego o danés pero muy venido a menos. Además de monarca pedicular lo llamaban Caragorda o la vuelta al mundo. Los parásitos le corrían por todo el cuerpo. Si alguien se le arrimaba, seguro que heredaba alguno. Cruzaba el puente La Niña, borracho como siempre y se bamboleaba de una vereda a la otra.
Pepe iba en dirección contraria junto con Trapé, un ignoto personaje perdido en el túnel del tiempo. Desde el Boulevard venía un muchacho al que nunca más volvieron a ver. Caragorda y sus insectos, en el bamboleo, se le acercaron al tipo que, para evitar el contagio pedicular, casi con repugnancia, se lo sacó de encima de un empellón. El pobre curda cayó al piso, con tan mala suerte que dio con la cabeza en el cordón de hierro que separaba la calle de la vereda. Se mató.
Pepe Santiago y Trapé corrieron a la prefectura y dieron el aviso. Los marineros comprobaron que estaba muerto. Lo taparon con diarios. Después lo llevaron al cementerio en un carro. El carro del basurero...

Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; pp. 33 y 34.

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