lunes, 1 de junio de 2020

El Negro Chapa


Simpático y cordial, provenía de Algarrobo. Firmaba Carlos pero su nombre era Coilo, o Zoilo. Solía usar, en invierno, una bufanda negra que le daba vueltas al cuello y lo protegía -según él creía- del viento y del frío. Vivió durante un tiempo con Ángel Distéfano en una casa cerca de Cordone, en la calle Exterior muy cerca del corralón donde Giorgetti guardaba carros y caballos.
Trabajaba en la delegación municipal, pero no mucho. Una vez perdió el sobre con el sueldo. No era mucho pero era todo. Ivo Distéfano lo encontró. Tuvo suerte el Negro Chapa.
Cuando se declaró la guerra se jugó. Embarcó y pasó todos los peligros del mar. Navegó durante muchos meses y ganó buena plata.
En Buenos Aires tuvo relaciones amistosas -y comerciales- con figuras de la farándula porteña y frecuentó los lugares más exquisitos del ambiente artístico argentino. El cine, el teatro, la radio, fueron escenarios de su actividad y cosechó amigos en ámbitos difíciles de alcanzar.
Tuvo algunos inconvenientes en el negocio que había emprendido y una vez lo estafaron -le robaron- por cifras importantes. Fue pobre otra vez.

Volvió a White y vivió durante varios meses en una pieza que había detrás de la peluquería de Ivo Distéfano, en Elsegood entre Avenente y Plunkett. El pretexto fue "para que la cuidara" (¡qué iba a cuidar...!).
Regresó a Buenos Aires, se casó y abrió un negocio con su señora. Le fue muy bien. Y a veces volvía a White, a visitar amigos.

En la capital frecuentaba restaurantes de categoría y en todos lados tenía amigos. Buenos amigos. Era muy común llegar con él a cenar y antes de sentarse a la mesa ya recibía el saludo del maitre o de los mozos: ¿Qué tal, Negro...? ¡Te estábamos extrañando...!
Tiempo que no lo veían, seguro.

Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; pp. 32 y 33.

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