lunes, 25 de abril de 2022

El aula magna

 En el aula del Dante Alighieri  había dos retratos al óleo de San Martín y Rivadavia. Un reloj de péndulo que hoy valdría una fortuna como antigüedad. Las campanas marcaban las horas de clase y de recreos. Un cuadro de J. Vila y Prades reproducía a San Martín al frente de su ejército en el cruce de los Andes. Los bancos de madera -que hoy es muy difícil encontrar- los había construido don Alejandro Dignani que tiempo después abrió su comercio de comestibles, bazar y ferretería en Harris casi Guillermo Torres.

Traversa organizaba paseos al campo con sus alumnos para hacerles conocer la flora y la fauna del país y en el patio de su casa tenía un jardín didáctico. En las clases prácticas utilizaba una calderita accionada por alcohol que movía los émbolos y hacía girar una ruedita. Era la fuerza del vapor. Muchos maquinistas ferroviarios aprendieron allí, en forma práctica, la dinámica de la locomotora.

Orlando Traversa fue uno de los muchos maestros que formaron varias generaciones de hombres que dieron a Ingeniero White trascendencia más allá de las fronteras nacionales.


Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; p 46.

lunes, 28 de febrero de 2022

Pero, ¿quién era Orlando Traversa?

 Había nacido en Osimo, cerca de Ancona, en Italia, a la vera del Adriático. Era hijo de un activo colaborador de José Garibaldi en sus luchas por la unificación italiana contra Austria y contra el Reino de Nápoles. Con el subsidio obtenido en esa actividad costeó los pasajes de su hijo Orlando y otros hermanos, para que se radicaran en la Argentina. Eran tiempos duros para Europa, en constante turbulencia social. Era tanta la admiración de aquel hombre por Garibaldi que cuando convocó a sus legiones para las campañas en Brasil y el Uruguay, dejó a su esposa y a sus siete hijos y entre ellos Orlando para alistarse en las filas del gran jefe.

Orlando Traversa llegó al país en 1907. Su primer trabajo en Bahía Blanca fue en la imprenta de La Nueva Provincia, donde conoció a don Enrique Julio. El periodista lo estimuló para que instalara una escuela en Ingeniero White. Accedía así a un pedido de obreros y habitantes del lugar.

Su primer colegio se inauguró en La Casa del Pueblo, donde actualmente funciona el correo. El local, de madera y chapa, pertenecía a FORA, sindicato que se caracterizaba por su resistencia a la explotación y cumplía una actividad gremial honesta y apolítica. Pero las frecuentes asambleas a cualquier hora y sin aviso previo lo obligaban a suspender las clases. Y antes, ¿suspender una clase...? ¡Nunca!

Entonces trasladó su colegio, el Dante Alighieri, a su nuevo local (con vivienda familiar) en Mascarello 228 (hoy 3.983) donde funcionó hasta su muerte, el 23 de octubre de 1938.


Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; pp. 45 y 46.

lunes, 21 de febrero de 2022

Orlando Traversa

Fue un maestro inolvidable. Por su casa de la calle Mascarello pasaron cientos de aquellos muchachos que le dieron a su pueblo una fisonomía tan particular y tan respetable.

Casi nunca salía de su casa, si no era por asuntos intransferibles. Por eso le habían puesto un mote relativo a la madriguera: Vizcacha.

En un solo recinto con ventanas a la calle atendía a todos sus alumnos. Varios grados, separados por sectores de bancos, establecían la diferencia únicamente con textos que cada uno estudiaba y rendía.

Un pizarrón y toneladas de tizas fueron suficientes para que al cabo de muchos años sus alumnos conserven hoy lo que aprendieron entonces. Más de uno de aquellos muchachos, hoy con mucho tiempo sobre sus espaldas, no tienen reparo en decir: A veces los nietos me preguntan cosas que yo aprendí con Traversa y ellos ni siquiera las conocen, aunque estén en la universidad...


Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; p. 45.

lunes, 14 de febrero de 2022

La biblioteca

 Ingeniero White le debe un homenaje a José Cobo. Por él vivió la biblioteca. También a Avelino Muñiz, dueño del local donde funcionó durante tantos años. Casi nunca cobraba el alquiler y muchas veces pagaba el gas, la luz, los impuestos. Cobito cumplió ochenta y tres años en el '92; es de 1909, y Avelino de 1912.

Hoy la biblioteca tiene su propio edificio en Mascarello, frente a los bomberos voluntarios. La casa la adquirió el Club de Leones a la familia Emiliani, que puso un precio accesible, como un homenaje a sus progenitores. De manera que la biblioteca tiene pilares y columnas en mucha gente del pueblo: Cobo, Muñiz, Stacco, Emiliani, Antonelli, Fontán... muchos más...


Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; pp. 44 y 45.

lunes, 24 de enero de 2022

La cancha de bolos

 Se parecía a la de bochas pero los yugoslavos que la frecuentaban practicaban un juego parecido que consistía en voltear el palo del centro, sin tocar los otros. Los domingos tenían su fiesta. Colocaban un cordero en un eje entre dos horquetas y lo cocinaban a fuego lento, al spiedo.

Toda gente buena, jamás había peleas entre ellos. El almacén estaba en la cortada de Knour y Harris. Se llamaba La Croacia.


Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; p. 44.

lunes, 17 de enero de 2022

La Mission to seamen

 Era el refugio espiritual de los marineros, especialmente los ingleses. Estaba en el predio lindero con el cuartel de la agrupación scout, a la vera del puente La Niña. Cuando se dio por cumplida su "misión" llegó a White un pastor que puso en venta el local y regresó a Buenos Aires.

Antonio Fontán y Pedro Zubini compraron las instalaciones. La venta fue directa, al barrer, sin especulaciones comerciales. Fue casi una sorpresa comprobar que dentro del espacioso salón había un escenario, la casa del matrimonio que cuidaba: Nieves, casada con Osvaldo Morresi; un bar en que los marinos jugaban a las cartas y bebían su whisky (iban algunos residentes ingleses de Bahía Blanca): y la iglesia, de excelente construcción.

El aspecto exterior era de chapa pero por dentro estaba forrada con bloques de yeso de gran solidez. Había además bancos de roble y un escritorio, material muy valioso.

En el Boulevard XX no había iglesia. Fontán y Zubini resolvieron donar la que habían adquirido, a la población de Juan B. Justo, pero el traslado resultaba muy complicado. No obstante en dos días, con la colaboración de Quintana, que vivía en el Saladero, resolvieron el problema. Con un tractor delante y una oruga detrás salvaron el escollo del puente y un domingo a la mañana completaron el traslado.

Delante de la caravana iba el Torta Gamero, "dirigiendo" la maniobra con sus cantos y sus bufonadas. Lo cierto es que desde entonces los feligreses del Boulevard tienen un templo para la celebración de su culto religioso.

Antonio Fontán recuerda el hecho con íntima satisfacción y dice: Huracán nunca había ganado un campeonato y cuando se instaló la iglesia ganó dos. Influencia de haberse convertido en cristianos militantes...


Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; pp. 43 y 44.