lunes, 21 de febrero de 2022

Orlando Traversa

Fue un maestro inolvidable. Por su casa de la calle Mascarello pasaron cientos de aquellos muchachos que le dieron a su pueblo una fisonomía tan particular y tan respetable.

Casi nunca salía de su casa, si no era por asuntos intransferibles. Por eso le habían puesto un mote relativo a la madriguera: Vizcacha.

En un solo recinto con ventanas a la calle atendía a todos sus alumnos. Varios grados, separados por sectores de bancos, establecían la diferencia únicamente con textos que cada uno estudiaba y rendía.

Un pizarrón y toneladas de tizas fueron suficientes para que al cabo de muchos años sus alumnos conserven hoy lo que aprendieron entonces. Más de uno de aquellos muchachos, hoy con mucho tiempo sobre sus espaldas, no tienen reparo en decir: A veces los nietos me preguntan cosas que yo aprendí con Traversa y ellos ni siquiera las conocen, aunque estén en la universidad...


Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; p. 45.

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