lunes, 22 de junio de 2015

El Turco Jacinto

No era casualidad que todos los milicos de White fueran turcos. Pero la explicación es sencilla: ¿qué otra actividad podían cumplir aquellos hombres llegados de una tierra lejana y sacrificada? Al no conocer el idioma les resultaba difícil conseguir otra ocupación. Pero entre todos, Jacinto sobresalió con caracteres absolutamente personales. Jacinto era "el chafe". Cuando lo ascendieron a sargento -tal vez después de alguna acción "de riesgo" contra los pibes que jugaban a la pelota en la calle- se convirtió en una obsesión. No había partido de pelota de trapo que no contara con un par de campanas en la esquina, para avisar si venía "el chafe".
Pero Jacinto tenía una virtud muy personal: aparecía sin que nadie lo advirtiera y había que tener buena velocidad para meterse debajo de las casas de madera, construidas sobre troncos, para escapar del turco bigotudo y al que suponíamos feroz, por su casco de dos viseras y un pico de bronce, imponente... No lo era tanto, seguramente. Pero se aprovechaba de nuestra ingenua timidez y nos asustaba con su presencia. Eso sí... se llevaba, indefectiblemente, la pelota.
Hoy los pibes están muy avisados. Y de haber algún Jacinto en el entrevero, seguramente le dirían: ¿Qué hacés, turco?... tomátela loco ¿viste? Lo que no se sabe es cuál sería la reacción del chafe. Posiblemente aflojara las riendas de su caballo y recordara que en la seccional lo estaban esperando. Pero eso sí, no podría llevarse la pelota porque ya nadie juega a la pelota en las calles de White.
Por el pavimento, debe ser.

Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; p. 10.

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