lunes, 22 de junio de 2015

Carbonetti

Buen tipo, como casi todos los que en aquellos tiempos escribieron la parte más grotesca de la historia whitense. Era de una respetable familia porteña y cuando llegó a su edad proclive a la bohemia apareció en White como suele caer la bola en un casillero de la ruleta. Trabajó con Antonio Fontán, hombre alto, de buen físico y excelentes aptitudes para el mar. Carbonetti conocía los secretos del mar y enseñó su teoría a muchos prácticos que hicieron honor a la profesión. Y buena plata...
Era muy querido Carbonetti en el pueblo. Pero poco a poco la bebida fue minando su personalidad y destrozando su vida. Era tímido y educado. No pedía bebida. Simplemente se acercaba donde hubiera un vaso y felicitaba al dueño de casa o a su familia con un "feliz año nuevo" aunque fuera agosto... o "feliz cumpleaños", de puro pálpito no más. La recompensa por el buen deseo era un vinito...

En el boliche de Torre pagaba un vaso y Aldo le servía dos, con la tácita complacencia del patrón, que miraba el techo. Era un buen tipo Alejandro Torre, el patrón, y su generosidad era mucho más noble que un vaso de vino...

Esos no eran borrachos, dice Tulio. Esos tomaban vino-vino. Nosotros podemos ser los borrachos, no ellos... Y Carbonetti era el mejor práctico de la zona. Conocía todo lo que hay que conocer del mar y de los canales. Claro que después se fue perdiendo, pero era un hombre educado, correctísimo, aún en los últimos años de su vida.

Una noche Carbonetti salió del boliche de Pierini y se dirigía por Elsegood hacia Avenente. Cuando pasaba frente a la casa de Walter Baley un carnero de la fauna de Gualti lo embistió y lo arrojó al medio de la calle. El pobre Carbonetti, golpeado y con varios vinos en el cuerpo, decía desde el suelo, abriendo un ojo por vez:
- ¡Mi pare que sono morto...! ¡Mi pare que sono morto...! Pepe Santiago, testigo presencial, asegura que no era cierto que Carbonetti estuviera muerto... le habrá parecido cuando Baley le acercó la cara y él supuso que estaría en el purgatorio...

Fue muy querido Carbonetti entre la gente del mar. Los prácticos, cuando lo internaron en el hospital, lo visitaban con gran afecto. Estuvo poco tiempo internado. Allí no le daban vino. Por eso, tal vez, duró poco. El alcohol ya era una necesidad. Los prácticos pagaron los gastos de su sepelio y le hicieron construir una sepultura.

Extraído de "Historietas Whitenses", de Ampelio M. Liberali. Museo del Puerto. Edición de la Cocina del Puerto de Ingeniero White. Bahía Blanca. Octubre de 1994; pp. 15 y 16.

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